Aunque el consumo de competiciones y partidas retransmitidas a través de internet se multiplicó durante toda la pandemia, lo cierto es que nos quedamos sin muchos torneos presenciales. Esto es obvio, ya que con un virus pululando por ahí, lo recomendable era quedarse en casa y no era factible realizar las fases finales de los torneos de esports en formato virtual. Eso sí, muchos pensarían que la gran mayoría de competiciones siguió adelante con un formato online.
Hay casos como los de Riot Games, que apostó por seguir apoyando sus ligas de LoL o Valorant, pero un importante número de juegos y eventos han tenido que ser cancelados de forma directa. Y sin poder disputarse en presencial, y sin el dinero de la recaudación y los patrocinadores, hemos visto una recesión enorme en la cantidad de dinero repartida como premios por el rendimiento, un pilar en muchas escenas de esports.
Tal y como recoge el sociólogo Nico Besombes, después de 18 meses los premios en los esports han bajado desde un máximo histórico de 237 millones de dólares en 2019 a los 81.1 millones de este 2021. Este descenso tan pronunciado es algo realmente duro para escenas como las de los shooters, que suelen tener un funcionamiento en forma de paradas, pero también para los videojuegos de peleas que llevan impreso el carácter presencial.
Aunque quizás la escena que más ha sufrido no es otra que DOTA 2, que ha perdido su The International, un torneo anual que reúne a los mejores del planeta y que en su última edición repartió por sí sólo 34,3 millones de dólares. Aquí se ha perdido mucho dinero, pero también el mayor escaparate para un juego que crece siempre cuando se acerca este torneo. Gracias a esto, aparecen muchos otros torneos que son el sustrato para equipos menos ambiciosos que los campeones millonarios del The International.
Es necesario que empiecen ya mismo los torneos presenciales, porque corremos el riesgo de que una generación de jugadores de esports no tengan los recursos correctos para desarrollar su carrera.